¡Espabila, figura!

¿Que no quieres automatizar procesos? ¡Pues hala, apaga y vámonos!

"Año nuevo, Inmobliaria automática"

Ya veníamos del 2024 con las redes sociales y la tele dándonos la brasa con los famosos Agentes de Inteligencia Artificial. Que si “van a cambiar el mundo”, que si “te van a quitar el curro”… ¡Bah! El caso es que ahí estaban, y la cosa empezaba a ponerse seria.

2025 ya está aquí, y la locura total está a punto de desatarse. La revolución no viene, chavales, ¡ya está en marcha!

Muchos, igual que yo y mi equipo, estamos poniéndonos las pilas con la innovación. Las automatizaciones están aquí para hacernos la vida más fácil… a algunos. Pero, cuidado, porque también se la van a liar parda a los que creen que su profesión es intocable.

Sí, amigo. Si aún piensas que "mi trabajo no lo hace un robot", te tengo malas noticias: la máquina viene pisando fuerte, y si no te espabilas, te come el bocata.

Nuestros Agentes Avanzados ya son capaces de hacer el 75% de las tareas "no presenciales" que hoy hacen las personas. Esto significa que, en enero de 2025, esas tareas ya se pueden gestionar con IA. Solo queda un 25% para los humanos.

¿Sabes lo que implica eso? 7 de cada 10 trabajadores "no presenciales" ya sobran. ¡S.O.B.R.A.N! Y si no te lo crees, mejor despierta, porque el futuro no espera a nadie.

Lo que no entendemos en MontCastell-AI es cómo hay gente que sigue viendo esto como una amenaza. ¡Coño! Si es la mayor oportunidad de la historia para librarnos de la esclavitud del trabajo tal y como lo conocemos.

Currar 8 horas al día por un sueldo que apenas da para vivir ya no tiene sentido. Esto no va de perder trabajos, va de ganarle tiempo a la vida.

Hoy, cualquier tarea que no sea estrictamente física ya se puede automatizar. Y si no lo haces, no le eches la culpa a tu jefe, ni al gobierno, ni al cura del pueblo de tu primo. Eso ya es cosa tuya.

O espabilas, o te quedas atrás. Así de claro.

"La Reunión con el Último Dinosaurio"

Ayer tuve una reunión con don Manuel, jefe de una inmobiliaria que parecía un museo. Corbata mal combinada, libreta con espiral y un boli que parecía tener más experiencia que él.

Le expliqué cómo MontCastell podría subir su facturación un 20% sin despedir a nadie. Me miró como si le hablara de vender casas en Marte.

— Yo no necesito robots, tengo a Conchi en recepción, que es una máquina con el Excel —dijo con una confianza preocupante.

Respiré hondo. Le expliqué que su competencia ya usaba IA y captaba clientes antes de que él supiera que existían. Él insistió:
— Lo que funciona, no se toca.

El remate fue cuando dijo:
— Eso de no despedir… Si las cosas no van bien, se corta por lo sano y punto.

Ahí no aguanté más.
— Don Manuel, usted no necesita un robot. Necesita un milagro. Llámeme cuando la competencia le haya comido vivo.

A ultima hora del día, un mensaje de su secretaria me alegró el día:
"Hola, soy Conchi. Mi jefe no entiende nada, pero yo quiero saber más sobre MontCastell."

A veces no salvamos empresas, pero siempre salvamos a los buenos.

Si lo pruebas y no te das cuenta, pues nada, a seguir haciendo llamadas

"Algunos lo pillan a la primera"

Le dije que le podía enseñar algo que lo dejaría flipando… Y así fue.

Tuve una reunión con un agente inmobiliario autónomo que no tenía ni puta idea. Hablaba con frases hechas y soltaba obviedades de bar.

A los cinco minutos, no aguanté más y le solté:
"Oye, tú no eres agente inmobiliario, ¿verdad?"

El tío se puso rojo como un tomate y confesó:
"Bueno, no tengo mucha experiencia, pero sé tratar con la gente. La agencia me deja ganar algo si capto inmuebles."

No me lo podía creer. Ni idea del sector, y ahí estaba, jugando a ser agente.

Le dije:
"Dame tu número. Vas a flipar con algo. Cuando te llamen, actúa como un propietario."

Le mandé una llamada de mi agente virtual y, en diez segundos, el tío tenía los ojos como platos.
"Esa chica es buenísima. ¿Es una agente que conoces?"

"No, colega. Esa es una inteligencia artificial. La he creado yo y puede trabajar para ti 24/7, haciendo decenas de llamadas a la vez."

Me miró fijamente y no lo dudó:
"¿Cuánto cuesta y cómo puedo tenerlo ya?"

Los que saben que no son tan buenos lo pillan al vuelo.
Los que tienen ego, prefieren tragarse que un puto robot los haga quedar mal.

Mientras tu hablas con un cliente la IA habla con 100 a la vez... Pero oye, cada uno con lo suyo, ¿NO?

"La Llamada Infinita"

Ayer vi a un agente inmobiliario en una cafetería, pegado al móvil, repitiendo la misma frase como un loro:
— Hola, ¿buscáis piso? No, claro, gracias… Adiós.

Me acerqué cuando vi que empezaba a golpearse la frente con la libreta.
— ¿Todo bien?
— Llevo toda la mañana llamando. ¡Doce putas llamadas y ni un cliente! Estoy por mandarlo todo a la mierda.

Le sonreí y le pregunté:
— ¿Y si te dijera que puedes hacer cien llamadas a la vez sin despeinarte?
Me miró como si le hablara de magia negra.
— Eso no existe, hombre.

Saqué mi tarjeta y le dije:
— Dásela a tu jefe. Con IA no solo haces cien llamadas a la vez, también contactas con clientes que de verdad buscan piso.

Se quedó pensando, miró el móvil y soltó:
— Si esto funciona, te hago un altar.
— Funciona. Y no te preocupes, el altar lo podemos automatizar también.

Ahora a esperar si su jefe me llama o sigue pensando que hacer llamadas infinitas es el futuro. Mientras tanto, la IA ya cerró el contrato que él ni siquiera sabía que existía.

Los seres humanos somos todos iguales, pero unos corren y otros se quedan sentados... ¿Tu a cuál grupo perteneces?

"El Chaval del Banco"

Ayer pasé por un parque del barrio y vi a un chaval de traje, sentado en un banco, llorando con la cabeza entre las manos. Parecía sacado de un anuncio de colonia, pero con la vida hecha trizas.

Me acerqué y le pregunté:
— Oye, ¿te puedo ayudar?
— No pasa nada, gracias. Son cosas del trabajo y no tiene solución.

Le dije que a lo mejor sí podía ayudarle, y entonces empezó a soltarlo todo.
— Soy agente inmobiliario. Se me da bien vender, pero no consigo ser constante. Vivo de altibajos y no puedo más. Creo que voy a dejarlo.

Ahí le vi: agotado, pero con un brillo en los ojos que decía que no era un cualquiera. Saqué mi tarjeta y se la di.
— Llévasela a tu jefe y dile que me llame. Con un poco de automatización, se acabaron los altibajos.

El chaval me miró como si le hubiera regalado el Gordo de la Lotería. Se le iluminó la cara y me dio las gracias mil veces antes de irse corriendo, con una sonrisa que no tenía cuando llegó.

Ahora a ver si su jefe es de los que espabilan o si es otro dinosaurio que piensa que las máquinas solo sirven para el microondas. Por lo menos, al chaval ya le di una salida. Espero que su jefe no sea quien la cierre.

No te preocupes, todo irá bien... van a surgir un montón de nuevos trabajos si eso